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Botvinnik era tan sólo el campeón del mundo de ajedrez.
- Es una verg�enza - dije -. Profesor, me temo que vamos a tener que negociar con el
Departamento de Pasatiempos sovi�tico.
Hab�a sido una repentina y descabellada inspiración. Luego me pregunt� qu� hubiera
ocurrido si Nottingham no hubiera dicho lo que dijo a continuación.
- Se�or - preguntó al oficial de inmigración -, �usted quiere una fianza de 500 dólares
por el doctor Schmidt?
- Es lo habitual.
Nottingham se giró hacia m�.
- Tenemos m�s que eso en tesorer�a, �verdad?
- Por supuesto. Tenemos exactamente 500 dólares y 14 centavos, de los cuales 500
dólares son para el alquiler. No me mires as�.
- Los directivos de este club - declaró Nottingham sonoramente - te autorizan a que
extiendas un cheque a nombre del doctor Schmidt.
- �Est�is chiflados? - aull� -. �De dónde pens�is que voy a sacar otros 500 dólares
para el alquiler? �Pretend�is, lun�ticos, jugar vuestra confrontación por cable en medio de
la Calle K?
- Esta - dijo Nottingham fr�amente - es la mayor obra sobre ajedrez desde la Historia de
Murray. Despu�s que la estudiemos, estoy seguro de que encontraremos un editor para
Zeno. �Pretendes decir que neguemos nuestra colaboración a esa magn�fica contribución
a la literatura sobre ajedrez?
Pete Summers me traspasó acusadoramente con la mirada.
- Aunque t� no seas amigo de Zeno, al menos podr�as pensar en el bien del club y del
ajedrez americano. Est�s adoptando una actitud muy extra�a respecto a todo esto.
- Pero claro, t� nunca has sido un aut�ntico jugador de ajedrez - dijo Bobby Baker
compasivamente -. Nunca hemos tenido un tesorero que lo fuera.
Nottingham suspiró.
- Creo que es el momento de elegir a otro tesorero.
- De acuerdo - dije resignado -. Tan sólo estaba pensando en lo que le voy a decir al
casero la semana próxima. El tampoco es un jugador de ajedrez. - Llam� al hombre
taciturno -. Venga conmigo a la oficina, y le extender� un cheque.
Frunció el ce�o.
- �Un cheque? �De una pandilla de jugadores de ajedrez? �Ni borracho! Vamos,
profesor.
Entonces ocurrió lo m�s notable. Uno de nuestros m�s distinguidos miembros habló.
- Soy el senador Brown, uno de los miembros de la pandilla de jugadores de ajedrez,.
Avalar� el cheque, si usted quiere.
Y entonces hubo un ruido resoplante a mi lado y alguien bufó en mi o�do. Me gir�
r�pidamente para ver una densa humareda terminada en tres perfectas anillas de humo.
Nuestro magnate de los Ferrocarriles palmeó su cigarro para hacer caer la ceniza.
- Soy Johnson, de los Ferrocarriles. Nosotros los jugadores de ajedrez estamos muy
unidos en estas cosas. Yo tambi�n avalar� ese cheque. Y Nottingham, no se preocupe
por el alquiler. El senador y yo nos haremos cargo del asunto.
Solt� un indignado gru�ido. Yo era el �nico que deb�a preocuparse por el alquiler, no
Nottingham. Pero por supuesto yo no exist�a. No era jugador de ajedrez.
El hombre taciturno se alzó de hombros.
- De acuerdo. Aceptar� los avales.
Cinco minutos m�s tarde estaba yo de pie fuera del edificio, respirando el aire fresco,
cuando el oficial de inmigración pasó por mi lado en dirección a su coche.
- Buenas noches - dije.
Dudó un breve instante, luego me miró. Cuando respondió, parec�a hablar m�s para s�
mismo que para m�.
- Ha sido la cosa m�s extra�a de mi vida - dijo -. Ten�a la impresión de que hab�a
realmente un ratoncito corriendo por entre medio de todos esos tableros de ajedrez y
moviendo las piezas con sus dientes. Pero por supuesto los ratones no juegan al ajedrez.
Sólo los seres humanos lo hacen. - Me miró ansiosamente a trav�s de la oscuridad, como
intentando enfocar las cosas -. �Verdad que no hab�a ning�n ratón jugando al ajedrez ah�
dentro?
- No - dije -. No hab�a ning�n ratón ah� dentro. Ni tampoco seres humanos. Tan sólo
jugadores de ajedrez.
LA NUEVA REALIDAD
1
Prentiss entró en el coche, extrajo la extensión conectora del laringófono de su clip en
su manga derecha y la introdujo en la ranura del dispositivo de ignición.
Al cabo de un instante dijo lacónicamente:
- Póngame con el Censor.
Pasaron unos segundos mientras o�a el clic de los circuitos conect�ndose. Luego:
- E al habla.
- Prentiss, amor.
- Ll�mame E, Prentiss. �Qu� noticias hay?
- He dado cinco clases con el profesor Luce. Tiene un laboratorio privado. No conf�a en
sus estudiantes graduados. Evidentemente realiza experimentos secretos en psicolog�a
comparativa. Ratas y todo eso. Nada abiertamente censurable.
- Entiendo. �Cu�les son tus planes?
- Har� inspeccionar su laboratorio esta noche. Si no descubrimos nada, recomiendo
una dosis.
- Preferir�a que inspeccionaras el laboratorio t� mismo.
A. Prentiss Rogers ocultó su sorpresa y disgusto.
- De acuerdo.
El clic en su auricular indicó que la comunicación hab�a sido cortada del otro lado.
Con incontenida irritación tiró del conector, puso en marcha el coche, y condujo hasta
la avenida que bordeaba la universidad.
�Acaso ella no sab�a que �l era un ocupado Jefe de Campo con un par de cientos de
hombres a sus órdenes que eran perfectamente capaces de llevar a cabo la rutina de una
inspección nocturna? Claro que lo sab�a, pero pese a todo exig�a que lo hiciera �l
personalmente. �Por qu�?
�Y por qu� motivo le hab�a asignado al profesor Luce personalmente, haci�ndole
perder tantas de sus preciosas horas, cuando media docena de sus brillantes filósofos
f�sicos jóvenes pod�an hacerlo tan bien como �l? Sin embargo E, amparada en el augusto
anonimato de su solitaria inicial, hab�a sido taxativa. El nunca hab�a sido capaz de discutir
de todos modos con una tan g�lida belleza.
Un kilómetro m�s adelante se metió en un garaje de una calle desierta y aparcó su
coche la lado de un Cadillac.
Crush salió del enorme coche y silenciosamente abrió para �l la puerta de atr�s.
Prentiss entró en el otro coche.
- Tenemos trabajo esta noche.
Su ayudante vaciló una fracción de segundo antes de cerrar la puerta tras �l. Prentiss
sab�a que el rechoncho y asm�tico hombrecillo estaba sorprendido y complacido.
A Crush nunca le hab�a pasado por la cabeza que el control del conocimiento humano
era un asunto sucio y odioso, no una especie de juego cruel.
- Muy bien, se�or - resolló asm�ticamente Crush, subiendo al coche -. �Debo reservar
un dormitorio en el Departamento para esta noche? [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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