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mujeres humanas, o en cualquier caso mucho m�s interesantes, si a uno le atrae lo que
se sale de lo corriente Cullingham se mostraba ahora casi animado, y unas manchas
sonrosadas aparecieron en sus p�lidas mejillas . �Puedes imaginar, Flaxy, lo que es
hacer el amor con una muchacha que es todo terciopelo o felpa, o que es todo fr�o y calor;
o poder escuchar una sinfon�a a toda orquesta mientras la posees o quiz�s el Bolero de
Ravel; o que tiene unos senos ligeramente prensiles, aunque no demasiado? Las hay con
varias zonas epid�rmicas el�ctricamente refrescantes, o con alguna de las caracter�sticas
(sin exagerar, desde luego) del gato, del vampiro o del pulpo. Otras tienen una cabellera
como la de Medusa, o cuatro brazos como Siva, o una cola prensil de dos metros de
longitud, o... Al mismo tiempo, es absolutamente segura y no puede molestarte, ni
enga�arte, ni contagiarte, ni dominarte en ning�n sentido. Flaxy, no quiero dar la
impresión de que estoy haciendo propaganda, pero puedes creerme, �es algo definitivo!
Para ti, quiz�s dijo Flaxman, mirando a su socio con cierto asombro y prevención
. �Ah! Si son �sos tus gustos, ahora comprendo por qu� te estremec�as ayer cuando la
Ibsen empezó a hacerte caranto�as.
�No me lo recuerdes! suplicó Cullingham, palideciendo.
No lo har�. Bien, como iba diciendo, esas robotrices fuera de serie de Madame
Pneumo pueden ser apropiadas para ti. A cada uno los gustos que prefiera. Pero temo
que a mi no me relajar�an lo m�s m�nimo. Al contrario, temo que mi nerviosismo
empeorar�a hasta darme pesadillas de huevos plateados revoloteando en la oscuridad por
encima de mi cama, como cuando era ni�o.
Por segunda vez, la puerta de la oficina se abrió lentamente. La reacción de Flaxman
no fue tan violenta corno la primera vez, aunque pareció no menos afectado.
Un hombre robusto, de mejillas azuladas, que vest�a un mono de color caqui, les miró
desde el umbral y anunció:
La Compa��a de la luz. Inspección rutinaria. Veo que su cerradura electrónica no
funciona. Tomo nota.
Sacó un bloc de un bolsillo.
El robot que repara el ascensor la arreglar� explicó Cullingham, observando
pensativamente al hombre.
No he visto ning�n robot cuando sub�a replicó el reci�n llegado . Si quiere saber
mi opinión, son un hatajo de sinverg�enzas. Precisamente anoche desped� a uno de ellos.
Se estaba atiborrando de alto voltaje mientras trabajaba. Se marchó cargado de
amperios. Mala cosa, los adictos a la electricidad...
Flaxman abrió los ojos.
Oiga, �querr�a hacerme un gran favor? inquirió con inter�s . Ya s� que es usted
inspector, pero no se trata de nada ilegal y sabr� recompensarle adecuadamente. �Puede
arreglar la cerradura electrónica de esa puerta?
Con mucho gusto sonrió el hombre . Voy a buscar mis herramientas a�adió,
retrocediendo y cerrando la puerta tras de s�.
�Qu� raro! dijo Cullingham . Ese hombre es la viva imagen de un tal Gil Hart, un
esp�a industrial que conoc� hace cinco a�os. Si no es Gil en persona, debe ser su
hermano gemelo.
Flaxman se encogió de hombros.
�Qu� dec�as a propósito de los cerebros, Cully? inquirió.
No dec�a nada respondió Cullingham, afable , pero aqu� est� el plan que ide�
anoche. Invitaremos a dos o tres de los huevos a la. oficina. A Rob�n no, desde luego.
Gaspard puede ayudar a traerlos, pero no debe estar presente durante la entrevista, ni
tampoco la enfermera: ejercer�an una influencia negativa, Gaspard puede acompa�ar a la
enfermera de regreso a la guarder�a, o algo por el estilo, mientras nosotros conversamos
tranquilamente con ellos. Tengo una idea y creo que les convencer�. Quiz� sea penoso
para ti, Flaxy, pero cuando no aguantes m�s puedes salir a dar un paseo y tomarte un
descanso mientras yo contin�o.
Supongo que ser� mejor dejarte llevar a cabo tu plan dijo Flaxman en tono
resignado . Si no conseguimos originales de esos monstruos, estamos perdidos. Y no
ser� mucho peor para mi tenerles aqu�, puestos en sus soportes negros y mir�ndome,
que permanecer aqu� sentado recordando las pesadillas...
Ahora la puerta se movió con tanta suavidad y lentitud que ninguno de los dos socios
se dio cuenta hasta que estuvo abierta de par en par. Y esta vez Flaxman se limitó a
cerrar los ojos, sin evidenciar ning�n temblor.
En el umbral hab�a un hombre alto, con una tez de color no mucho m�s saludable que
su traje gris ceniza. Sus ojos hundidos, su rostro estrecho y alargado, sus hombros ca�dos
y su an�mico tórax le daban el aspecto de una cobra reci�n salida del cesto de un faquir.
Cullingham preguntó:
�Qu� se le ofrece, se�or?
Sin abrir los ojos, Flaxman a�adió cansinamente:
Si vende usted electricidad, no nos interesa.
El hombre del traje gris sonrió levemente. Lo cual aumentó su parecido con una cobra.
Sin embargo, lo �nico que dijo fue:
No. Sólo quer�a echar una ojeada. Como he visto el edificio abierto y vac�o, cre� que
estaba en venta.
�No se ha encontrado con los electricistas trabajando fuera? inquirió Cullingham.
Fuera no hay ning�n electricista trabajando respondió el reci�n llegado . Bien,
caballeros, me marcho. Dentro de dos d�as les pasar� mi oferta.
Aqu� no hay nada en venta le informó Flaxman.
El hombre sonrió.
Les har� saber mi oferta de todos modos dijo . Soy una persona muy
perseverante, y temo que tendr�n ocasión de comprobarlo.
�Qui�n es usted? preguntó Flaxman.
El hombre del traje gris sonrió por tercera vez mientras cerraba suavemente la puerta
tras de s�, diciendo: Mis amigos me llaman a veces �El Garrote�, quiz� por mi tenaz
perseverancia.
�Qu� raro! exclamó Cullingham, cuando la puerta acabó de cerrarse . Ese
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