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fuerza.
FILOCLEÓN.-¿Qué haces?
BDELICLEÓN.-¿Qué hago? Llevarte adentro. De otro modo, no va a haber
testigos suficientes para todos los que te demanden.
FILOCLEÓN.-Estando un día Esopo entre los délficos...
BDELICLEÓN.-Me importa un bledo.
FILOCLEÓN.-... le acusaron de haber robado un vaso
en el templo de Apolo; entonces él contó cómo en cierta ocasión el escarabajo...
BDELICLEóN.-(Llevándose a su padre hacia el interior.) Voy a aplastarte
!palabra! a ti y a tus escarabajos.
EL CORO.-Envidio tu felicidad, anciano. !Qué cambio en su áspera existencial
Siguiendo prudentes consejos, vas a vivir entre placeres y delicias. Quizá los
desatiendas, porque es difícil modificar el carácter que se tuvo desde la cuna. Aunque
fueron muchos los que lo consiguieron. !Cuántas alabanzas no se atraerá, por ello en mi
opinión y en la de los sabios, el hijo de Filocleón, tan discreto y cariñoso con su padre!
Jamás he visto un joven tan comedido, de tan amables costumbres. Ninguno me ha
regocijado como él. En todas las respuestas que daba a su padre resplandecía la razón y
el deseo de inspirarle más decorosas aficiones.
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UN SERVIDOR.-(Saliendo de la casa.) ¡Por Dionysos! Sin duda algún dios ha
revuelto y embrollado nuestra casa. El viejo, después de beber y de oír largo rato la
flauta, ebrio de placer, repite toda la noche las antiguas danzas que Tespis hacía ejecutar
a sus coros. Pretende demostrar, bailando incesantemente, que los trágicos modernos
son todos unos perfectos imbéciles.
FILOCLEÓN.-(Saliendo de la casa acompañado de su hijo.) ¿Quién ha osado
sentarse en los umbrales de esta casa?
EL SERVIDOR.-¡Vaya! Ahí está esa calamidad.
FILOCLEÓN.-Apartad las vallas, que va a empezar el baile...
EL SERVIDOR.-La locura, querrás decir...
FILOCLEÓN.-Ese ímpetu que pliega mis costillas. ¡Cómo mugen mis narices!
¡Cómo suenan mis vértebras!...
EL SERVIDOR.-Tómate una porción de eléboro...
FILOCLEÓN.-Frínico se encoge como un gallo...
EL SERVIDOR.-Van a lloverte piedras.
FILOCLEÓN.-Alza su pierna hasta tocar el cielo.
EL SERVIDOR.-¡Eh!, mira dónde pisas.
FILOCLEÓN.-Mira cómo las articulaciones de mis caderas se mueven con
facilidad. ¡Qué bien juegan!
EL SERVIDOR.-Nada de eso; lo que pareces es un verdadero loco.
FILOCLEÓN.-Ahora desafío a todos mis rivales. Si hay algún artista que se
precie de danzar bien, que venga por acá a competir conmigo. ¿Lo hay o no?
EL SERVIDOR.-(Designando a un danzante enano disfrazado de cangrejo.) No
hay más que uno: éste.
FILOCLEÓN.-¿Y quién es ese pobre desgraciado?
EL SERVIDOR.-Un hijo de Carcino86, el menor.
FILOCLEÓN.-No tengo con él ni para un diente. Lo aplastaré bajo una buena
danza de puñetazos; no tiene el menor sentido del ritmo.
EL SERVIDOR.-Pero, ¡infeliz!, justamente, ahí viene su hermano, otro hijo de
Carcino.
FILOCLEÓN.-Con esto ya tendré algo que llevarme a la boca.
EL SERVIDOR.-Sí, pero todos serán cangrejos, porque ahí llega un tercer hijo
de Carcino.
FILOCLEÓN.-¿Y eso que se arrastra a tu lado, ¿es cangrejo o camarón?
BDELICLEÓN.-Es un cangrejillo; el más pequeño de la familia, el que
compone tragedias.
FILOCLEÓN.-¡Oh Carcino, padre feliz de tan hermosa progenitura! ¡Qué
bandada de reyezuelos se abate sobre mí! Fuerza, es, ¡ay triste!, que me bata con ellos.
Eh tú, prepara la salsa para comérmelos, después de la lucha.
EL CORO.-¿Vamos, ilustres hijos de los mares! Saltad, hermanos de los
langostinos sobre la arena, al borde del mar que no se vendimia. Haced virar vuestros
pies rápidos, alzad la pierna como Frinicos y los espectadores os mostrarán su
admiración. Girad formando redondeles, golpeaos el vientre, convertíos en torbellinos.
Aquí tenéis a vuestro padre, señor y soberano de los mares, que avanza reptante,
orgulloso de sus hijos los tres reyezuelos de la danza. ¡Vamos! Guiadnos hacia la salida,
por favor, y a ritmo de paso ligero. Nunca se ha visto que la comedia concluya con un
"ballet".
86
Carcino era un mal poeta trágico, cuyos hijos tenían pequeña estatura y ejecutaban danzas trágicas.
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